sábado, 2 de abril de 2011

Capítulo 2.- Preparación para el "primer" encuentro.

El segundo día de clase estaba deseando ver a Alan. No podía aguantar ni un segundo más sin darle de nuevo un gran abrazo, sin tocar su pelo de nuevo, eso que hacía que cada una de mis terminaciones nerviosas cobrara vida propia. Me apresuré a comer mi desayuno: un zumo recién hecho y dos tostadas con nocilla.
- Alba, come despacio. - mi madre se preocupaba demasiado.
Yo seguía mordiendo mis tostadas y bebiendo a grandes sorbos mi zumo. Quería coger el autobús y que el tiempo pasara rápido hasta encontrarme con él. En ese momento, haría que el mundo se paralizara y el tiempo no volviera a avanzar nunca más.
Salí corriendo de casa hasta la parada del autobús.
- ¡Alba, tu comida! - mi madre sostenía una bolsa de papel que, si no me equivocaba, llevaba un bocadillo de jamón y una botella de agua.
- ¡Da igual, mamá! ¡Ya compraré algo en la cafetería del instituto! - no giré la cabeza para nada.
Cuando llegué a la parada, el autobús ya estaba allí, esperando a que yo me encontrara con Alan, parecía que me quería ayudar. Subí y me senté lo más alejada posible de la gente, contando el dinero que tenía para la comida.
Antes de entrar al edificio, busqué a Alan por todos lados. Tenía que encontrarlo antes de entrar en clase, debía abrazarlo de nuevo. A lo lejos, divisé a un chico alto de pelo negro que estaba de espaldas, pero no me acerqué porque no estaba segura de que fuera él. Pero justo en ese momento se giró, y vi sus ojos verdes y su boca sonriendo hacia mí. Se me acercó y fue entonces cuando sucedió; sus brazos me rodearon con calidez y yo toqué de nuevo su pelo con una mano, e intenté que el tiempo se parase, sin éxito. Se separó de mi cuerpo, y entonces pude oír su dulce voz.
- Hola, Alba. ¿Cómo estás?
- Hola, Alan. Bueno, cansada... me dormí tarde. No sé por qué... no tenía motivos... - no quería revelarle la verdad.
- No habrías tomado algo con cafeína, ¿verdad? - rió por lo bajo, poniéndome una mano en el hombro.
- Creo que no... - reí con él. Fue un momento muy gratificante. Miré mi reloj, sólo quedaban cinco minutos para entrar. - Nos queda muy poco tiempo para nuestro primer día de curso oficial.
- Tienes toda la razón. Es una pena enorme. Querría pasar más tiempo contigo...
Mi corazón empezó a latir con más fuerza. Comencé a pensar que yo le podría gustar a él, pero quité bruscamente ese pensamiento de mi cabeza, no quería hacerme daño a mí misma.
- Lo mismo digo, Alan.
Sonreí con ganas, y en ese momento sonó la sirena para que todo el mundo comenzara a entrar a sus clases.
Fui caminando con Alan, hablando de nuestro verano después de que yo me fuera de Londres. El suyo había sido más divertido, y me lamenté por ello, pero los dos nos reímos a la vez pensando que lamentarse era una tontería.
Pasó toda la mañana muy despacio, entre matemáticas, química, filosofía, y etcétera, había sido un tostón.
Pero ahora estaba ya de camino a casa. Decidí ir andando con Alan, que se ofreció a acompañarme. Me propuso quedar por la tarde, dijo que tenía una sorpresa para mí. Yo acepté encantada, por supuesto, pero me quedé con la intriga. Cuando llegamos a mi portal, me despidió con un nuevo abrazo, que yo disfruté hasta el último momento. Puede que os parezca pesado  leer esto una y otra vez, pero yo quiero contaros todo tal y como lo viví.
Subí las escaleras con rapidez, y nada más acabar de comer me metí en mi habitación a esperar que pasaran las horas hasta las seis de la tarde, cuando había quedado con Alan. Las horas pasaron lentas, lentísimas, hasta que por fin sonó el móvil que había preparado para que me avisara.

viernes, 1 de abril de 2011

Capítulo 1.- Un día extraño.

Era el primer día del curso. Había empezado bachillerato, y eso me deprimía. Sabía que todo se haría mucho más difícil, tendría que esforzarme más; cosa que no me gustaba un pelo.
En mis vacaciones de verano en Londres había conocido a un chico muy agradable, sobrino del dueño del hotel en el que me alojé, que se llamaba Alan. Sabía muy bien español, y sólo hablé inglés con él la primera vez que lo vi. Era un chico guapísimo, de pelo negro y ojos verdes; me había enamorado a primera vista. Pero no esperaba volvérmelo a encontrar, una pena.
Entré en el salón de actos, donde nos decían a todos nuestra nueva clase y compañeros. La mayoría de ellos no me agradaron especialmente, pero de repente oí que decían "Alan Ventury" cuando mencionaban a los alumnos de mi clase. Me sorprendí por el nombre, ya que era extranjero, y luego reparé en que Alan era el nombre de aquel chico tan guapo, y el dueño del hotel nos había dicho que era "Mr. Ventury". ¡Claro! ¿Cómo no me había dado cuenta? Era él. Alan, el chico de mis sueños, el que creía que no iba a volver a ver en mi vida, ¡e iba en mi clase! No podía ser, era imposible. Cuando fuimos todos en fila hacia nuestra aula con nuestro tutor, reparé en todos los que iban delante de mí. Entre ellos había un chico de pelo negro, del mismo largo que el de Alan. ¡Era él, no podía ser otro! Pero era raro que estuviera en mi colegio... Él vivía en Londres. Al llegar a clase miré bien a todo el mundo, y entonces él se giró y me miró, con sus penetrantes ojos verde oliva, y me sonrió. Me reconoció.
Pasamos una larga hora con nuestro tutor mientras nos daba nuestro horario y nos decía lo que nos esperaba este curso, y luego nos dejó salir; era el primer día y quería que nos mentalizáramos para esa nueva etapa en nuestra vida.
Fuera, en las puertas del instituto, estaba esperando por el autobús urbano cuando Alan se me

acercó por detrás y me tocó el hombro derecho con la palma de su mano. Me giré bruscamente, pero al momento le sonreí, como en un movimiento reflejo. Me acerqué un poco más a él, como si le fuera a darle un abrazo, pero me reprimí en el último momento. Lo más curioso fue que fue él quien, unos segundos más tarde se acercó a mí y me dió el abrazo que yo tanto tiempo llevaba esperando; toqué su pelo con las yemas de mis dedos, cerré los ojos y disfruté de ese largo minuto a su lado. Cuando nuestros cuerpos se separaron por completo, él comenzó a hablar:
- ¡Alba! ¿Cómo estás?
- Pues... algo desconcertada, la verdad.
- ¿Y eso por qué? - frunció el ceño, mirándome con curiosidad.
- No creerás que no me ha sorprendido que estés aquí.
- Sí, tienes razón. Aunque a mi no me sorprende encontrarme contigo... ¿Te acuerdas que me habías dicho dónde vivías y el nombre de tu instituto? - dudé durante unos minutos, y luego él continuó -. Pues mi tío me dijo que nos íbamos a mudar a España porque el hotel no tenía mucha salida, ya viste que no había demasiados clientes en verano. Y le propuse venir aquí, a donde tú vivías, y aceptó encantado.
Me quedé muda durante unos instantes con los ojos abiertos como platos. ¿De verdad quería tenerme a su lado todo el tiempo? ¿Le gustaría? No quería hacerme ilusiones, así que dejé de hacerme preguntas a mi misma y hablé con él.
- ¿En serio de acordaste de mi instituto? Eres un cielo. Pues menos mal que te ha tocado en mi clase, al resto no los soporto.
- ¿Te han hecho algo? - lo dijo con odio, lo noté en sus ojos.
- Pues, a ver... no me han torturado ni nada parecido, pero... me dejaron en ridículo ya alguna vez, y no hablan nunca conmigo al menos que sea totalmente necesario.
- A mi vista, son idiotas. Mira que perderse tu amistad... Déjalos, ya aprenderán.
- Eso espero... ¡Pero te tengo a tí, por suerte!
- Así es, Alba. Y estoy aquí para lo que necesites.
Se volvió a acercar a mí para darme un abrazo. El bus paró en ese justo momento, pero no pensaba separarme de él hasta que me soltara él mismo.
- Alba... ¿no te vas en bus? - lo dijo aún si sacar sus manos de mi espalda.
- Qué más da... iré andando.
Sonreí con ganas, cerrando los ojos mientras pasaba de nuevo mis dedos por su pelo.
Aquel fue un día extraño. O al menos eso pensé después de toda una tarde viendo fotos de Londres y acordándome de Alan. Me quedé dormida con el móvil en la mano, enseñando un mensaje:
"Albita, mañana te veo en el instituto. Prepárate para la tortura. Un besazo enoooooorme para mi chica favorita.
Alan Ventury."